¿Jugaban los sajones al fútbol con cabezas de daneses decapitados?

En diversas obras dedicadas a explicar los orígenes del fútbol se narra una curiosa historia sobre un precedente medieval del fútbol. La página oficial de la FIFA lo cuenta de esta forma: «una teoría es que el juego es de origen anglosajón. Tanto en Kingston-on-Thames como en Chester la leyenda local cuenta que el juego se practicó allí por primera vez con con la cabeza decapitada de un príncipe danés al que habían derrotado».

No es objeto de esta entrada hablar de los orígenes del fútbol, sino profundizar en la curiosa (y siniestra) leyenda sobre sajones dando patadas al cráneo de un príncipe danés. El hecho de que en ninguna de las fuentes consultadas se ofrezcan detalles sobre fechas, nombres de batallas o, especialmente, sobre el nombre del desgraciado caudillo danés que sufrió tan cruel castigo, nos lleva a considerar que el relato no responde a un hecho histórico concreto, sino a una leyenda local, como indica la página de la FIFA.

No obstante, se dice que muchas veces estas leyendas y tradiciones locales tienen un trasfondo histórico, lo que nos lleva a preguntarnos de dónde pudo surgir esta historia de sajones golpeando con los pies la cabeza de un príncipe danés. En otras palabras, ¿existe alguna base histórica que justifique este odio de los sajones por los daneses? Y, de ser así, ¿cuándo y por qué se produjo esta circunstancia?

Para dar respuesta a esta pregunta tenemos que situarnos en la isla de Gran Bretaña, la Britania romana, en el siglo V. Como ocurrió con otras partes limítrofes del Imperio romano, la provincia de Britania sufrió a lo largo de los siglos IV y V las consecuencias de la crisis de Roma, que hizo que buena parte de las legiones acantonadas en las zonas más lejanas fueran llamadas a defender el corazón del Imperio, lo que las convirtió en frutas maduras para el ataque y asentamiento de diferentes tribus bárbaras.

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Honorio, emperador romano

En el año 410 los súbditos britanos de Roma solicitaron al emperador Honorio apoyo en hombres y armamento. Pero Honorio les contestó que tendrían que valerse por sí mismos. La respuesta de Honorio suponía el fin de la dominación romana en Britania.

Ya desde el siglo III habitaban la isla diferentes familias de tribus bárbaras, anglos y sajones, procedentes del continente, algunos dedicados al cultivo de la tierra o al comercio, otros que formaban parte del ejército romano. Pero eran una minoría desorganizada y sin conciencia tribal.

Esto cambió cuando alrededor del año 430, (el 448 según la Anglo-Saxon Chronicle), un caudillo local llamado Vortigern solicitó protección frente a los pictos y los escotos a las tribus sajonas del continente. En realidad el nombre Vortigern es una denominación genérica para referirse a un soberano que ostentaba el liderazgo de la confederación de pequeños reinos o dominios de Britania.

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Hengist y Horsa

Una fuerza de mercenarios sajones dirigida por Hengist y Horsa llegó a Britania para hacer frente a las invasiones de pictos (procedentes de Escocia) y escotos (procedentes de Irlanda). El que los nombres de estos caudillos signifiquen semental y yegua, respectivamente, genera dudas sobre un posible origen mitológico del relato orquestado posteriormente por los sajones para dotar de una pátina legendaria al nacimiento de su reino

Lo que sí es cierto es que los sajones llegaron a Britania. Eran paganos y famosos por su crueldad (según un cronista romano del siglo V, «el sajón aventaja a todos en brutalidad») y por la práctica de sacrificios humanos.

Inicialmente el contingente sajón no era demasiado numeroso y se instaló en el sudeste de Britania (Kent, Norfolk y Londres especialmente). A solicitud de Vortigern, llegaron más sajones al país. Esto parece que fue suficiente para disuadir de sus planes a pictos y escotos. Pero cuando la amenaza desapareció, los britanos se negaron a pagar a los sajones por sus servicios o a compensarles cediéndoles tierras, indicando que ya no necesitaban su presencia y que debían abandonar sus tierras.

Los sajones, como es de suponer, no aceptaron esta situación, pues habían tenido tiempo de percatarse de que se trataba de una tierra rica y que ofrecía muchas oportunidades. Así que no solo no se retiraron de Britania, sino que llamaron a sus compatriotas y a otras tribus germanas para que se desplazasen a la isla. Se lanzaron a la invasión de Britania. Los jutos se instalaron en Kent, Hampshire y la isla de Wight; los sajones hicieron lo propio en la vertiente superior del valle del Támesis; los frisios se desperdigaron por el sudeste, con una importante presencia en Londres; y los anglos optaron por el este y noreste de la isla.
Los britanos lograron oponer resistencia por un tiempo, hasta que ambos pueblos se enfrentaron en el año 490 en el Monte Badon, donde los sajones derrotaron a un famoso dux bellorum britano de gran talento militar, lo que sería el inicial sustento histórico de las leyendas del rey Arturo… pero esa es otra historia.

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Estatua del rey Arturo en Tintagel

En las décadas siguientes las conquistas militares y la despoblación causada por diversas plagas que afectó especialmente a los habitantes originarios de la isla, hicieron que el dominio de los anglos y los sajones se extendiera por buena parte de Britania. Los britanos que no se integraron en la nueva organización fueron arrinconados en el sudoeste del país, la actual Gales, o huyeron al continente, a una región que a ellos debe su nombre: la actual Bretaña francesa. Algunos llegaron a la cornisa cantábrica.

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La heptarquía sajona

En un lento proceso que duró muchos años los dominios sajones se organizaron en siete diferentes reinos, la conocida como heptarquía: Mercia, Wessex y Northumbria eran los tres principales; Sussex, Kent, Essex, y Anglia Oriental, los cuatro más pequeños. Las fronteras entre unos y otros iban variando en función de las guerras que los enfrentaron. Los más pequeños, salvo Anglia Oriental, terminarían desapareciendo en el siglo IX, integrados dentro de Wessex y con sus familias reales desaparecidas o degradadas a la categoría de nobles dentro del reino dominante.

Si un cierto sentido de unidad existió entre estos diferentes poderes, se debió sin duda al cristianismo que se impuso entre ellos y que acuñó el término «Iglesia de Inglaterra», cuando Inglaterra estaba lejos de existir como nación desde el punto de vista político. Esto no impidió que durante mucho tiempo los diferentes reinos sajones de Inglaterra contendieran entre sí, variando a lo largo del tiempo la posición preeminente. Nortuhmbria la ostentó en el siglo VII, Mercia en el VIII y Wessex en el IX.

Hasta que una terrible amenaza exterior puso en peligro la propia existencia de los reinos sajones y les obligó a unirse en su defensa contra el enemigo común. Una amenaza de un contrincante que, como los sajones cuando llegaron a la isla, era pagano y que hizo de las ricas e indefensas posesiones religiosas de los ya cristianizados sajones un objeto preferente de sus ataques.

«Protégenos, Señor, de la furia de los hombres del norte», rogaba un monje inglés tras una de las sangrientas incursiones de estos atacantes en un centro religioso de Inglaterra. En el año 790 tres barcos noruegos tomaban tierra en Portland, en la costa de Dorset. Un funcionario procedente de Dorchester acudió a recibirles pensando que, como en ocasiones anteriores, venían a comerciar. Fue asesinado por una tripulación que no estaba compuesta por comerciantes y que no quería intercambiar mercaderías. Eran guerreros y venían a saquear.

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El ataque vikingo sobre Lindisfarne

Tres años después se produjo la considerada como primera incursión vikinga en Inglaterra, cuando se llevó a cabo un ataque sobre el monasterio de San Cuthbert en Lindisfarne. El monasterio fue arrasado y saqueado y muchos de sus monjes asesinados. Un año después un ataque similar se produjo en el monasterio de Jarrow y en el año 795 la isla de Iona fue la que sufrió la presencia de los norteños. Daba comienzo así una larga lista de lugares arrasados y saqueados en los años siguientes en las dos islas británicas. ¿Quiénes eran estos hombres del norte y por qué de repente desataron su furia sobre Inglaterra e Irlanda?
La presencia de barcos y personas procedentes de Escandinavia no era nueva en las islas británicas. Llevaban décadas comerciando (especialmente en York y Dublín, ciudad que fundaron) y algunos colonos se habían instalado en Anglia Oriental. De hecho, es posible que estas expediciones fuesen las responsables de que los escandinavos tomaran conciencia de la riqueza de los reinos sajones y, muy especialmente, de sus instituciones religiosas, a la vez que aprendían la geografía de la isla.
Pero estos navegantes, procedentes en su mayoría de Noruega y Dinamarca, eran algo distinto y muy pronto se les empezó a identificar con un nombre que en los siglos siguientes sembraría el pánico en las costas de buena parte de Europa desde Escocia hasta Andalucía: vikingos.
El término «vikingo», más que identificar la etnia de las personas que componían estas expediciones, lo que define es la actividad que realizaban. Eran los que se dedicaban, si se me permite la expresión, a «vikinguear», es decir a ir de expedición, a navegar en sus barcos y atacar los asentamientos en los que desembarcaban, en expediciones con un componente de aventuras, violencia, riesgo y saqueo.

Así lo expresa la página de referencia sobre los vikingos en España, The Valkirie’s Vigil:

Para empezar, la propia etimología de la palabra VÍKINGR (vikingo) ya suscita ciertas dudas y distintas hipótesis. La más aceptada y la que más eruditos han abrazado es la que proviene de algunos textos rúnicos que se han conservado y que contienen la expresión fara í víkingr, que se ha traducido por “ir de expedición”. Esta acepción, que en un principio venía a referirse a la expedición en el sentido comercial, acabaría por tener connotaciones bélicas o piratiles. Sin embargo, la palabra víkingr no aparecerá en textos escritos hasta el siglo XII, acabada ya la Era Vikinga, y lo hará en escritura latina.

Desde un punto de vista de identificación es más prudente hablar de «hombres del norte» que de vikingos, un término escasamente utilizado durante los siglos en que su presencia se dejó sentir en toda Europa. De hecho, esos hombres del norte no tenían necesariamente que «vikinguear» todo el año ni durante toda su vida, sino que podían convertirse con el tiempo en respetables comerciantes, granjeros o terratenientes.

Diversas causas se han apuntado para explicar esta repentina proliferación de expediciones de hombres del norte sobre Inglaterra. Desde la superpoblación hasta la inseguridad en sus territorios causadas por la emergencia de nuevos poderes centralizados en Noruega, de donde procedían inicialmente la mayoría de ellos, y Dinamarca.

Entretanto, había novedades en la situación entre los reinos sajones. En el año 829, tras conquistar y dominar Mercia durante un año en el que llegó a emitir moneda intitulándose como rey de Mercia,, Ecgberth de Wessex recibió la sumisión  del rey Eanred de Northumbria y fue reconocido como Bretwalda (rey supremo de Britania), aunque esto no implicaba un dominio efectivo sobre toda Inglaterra (de hecho Mercia recuperó su independencia en 830). Para eso habría que esperar cien años y cinco generaciones de la familia real de Wessex.

A partir del año 830 las incursiones vikingas se multiplicaron, en busca de tierras, ganado, mujeres y esclavos. A diferencia de las primeras expediciones, en los siguientes años la mayoría de sus componentes procedían de Dinamarca. Se cebaron especialmente en Kent y Anglia Oriental.

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Ecgberth de Wessex

En el año 835 tuvo lugar una importante batalla naval en Carhampton (Somerset) que enfrentó (según las estimaciones) a unos treinta barcos y 1500 vikingos y una fuerza similar de sajones dirigidos por el rey Ecgberth de Wessex, (abuelo de Alfredo el Grande). La Anglo-Saxon Chronicle se limita a concluir lacónicamente que «los daneses tomaron posesión del lugar de la matanza», es decir que vencieron a los sajones.

En el año 838, esta vez en tierra, el rey Ecgberth de Wessex chocó con una fuerza vikinga. El rey de Wessex llevaba años castigando a sus vecinos de Mercia y Cornualles y estos últimos decidieron pedir ayuda a los temibles daneses.

La batalla se desarrolló en un lugar llamado Kit Hill, una plaza de enorme importancia estratégica (por su altura y cercanía al mar) para el dominio de las fronteras de Cornualles. Ecgberth venció en la batalla, lo que consolidó el dominio de Wessex sobre el sudoeste de la isla, pero no impidió que nuevos contingentes guerreros vikingos volvieran a fustigar en los años siguientes diferentes partes de Inglaterra. Entre los años 840 y 853 al menos quince ataques daneses tuvieron Wessex como objetivo. Y en 844 una expedición sobre Northumbria terminó con la muerte del rey y de su heredero.

No siempre estos enfrentamientos terminaban con victoria vikinga. En 848 y 850, las fuerzas de Dorset y Somerset y las de Devon, respectivamente, consiguieron sangrientas victorias sobre bandas de saqueadores daneses. Y en el año 851 el hijo y heredero del rey Ecgberth de Wessex, Aethelwulf, derrotó a los daneses en un lugar llamado Aclea.

Algunas derrotas sufridas hicieron replantearse su estrategia a los hombres del norte, que centraron sus siguientes expediciones exclusivamente en Kent. Además, se produjo una nueva situación, de la que la Anglo Saxon Chronicle da cuenta al relatar que, en el año 850, «los paganos se establecieron para pasar el invierno por primera vez».
Efectivamente, desde el año 860 aproximadamente, las expediciones de saqueo y destrucción dieron paso a lo que sería una invasión en toda regla con ánimo de conquista y asentamiento. A aquellos que habían permanecido con la intención de pasar el invierno en Britania y retomar los ataques en primavera se unían nuevos contingentes procedentes de Escandinavia. En Dinamarca se había producido un importante aumento de población que generó una escasez de tierras, lo que explica la búsqueda de nuevos asentamientos en la rica isla de Britania.

Anglia Oriental era la zona que mejor conocían y en ella ya existían asentamientos escandinavos, por lo que fue el primer objetivo de miles de daneses que arribaron a la isla en el año 865, a los que se conoció como El gran ejército pagano. Eran hombres que, a diferencia de sus opositores sajones, no tenían que regresar a casa tras la batalla para hacerse cargo de la cosecha. Al contrario, cualquier producto de la tierra del que quisieran alimentarse se encontraba detrás del enemigo sajón al que había que derrotar para llegar hasta su sustento. Eran hombres sin nada que perder y eso les convertía en un enemigo temible. En pocos años se hicieron con el control del reino y de sus recursos. Y desde allí avanzaron hacia el norte, hacia Northumbria. Con el tiempo, la parte de Inglaterra que dominaban se conoció como Danelaw.

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Aelle de Northumbria en la serie Vikings

En el año 866 tomaron la ciudad de York. Aunque los sajones llegaron a recuperar brevemente la ciudad, en el año 867 cayó definitivamente en manos danesas, que la mantendrían en su poder durante casi cien años. Los dos pretendientes sajones al trono de Northumbria, Aelle y Oshbert, que se habían unido para tratar de reconquistar York, murieron. Las menciones a la muerte de Aelle por el rito conocido como «águila de sangre» (consistente abrir a la víctima por la columna vertebral para separar las costillas hacia afuera y sacar los pulmones al estilo de alas ensangrentadas) a manos de los hijos de Ragnar Lothbrok en venganza por la muerte de su padre infringida por Aelle al encerrarlo en un nido de serpientes pertenecen al ámbito de las sagas y las leyendas, como el propio personaje de Ragnar en sí, probablemente la fusión de varias figuras históricas de diferentes periodos. De quienes sí existe constancia histórica de su existencia y de su destacado papel en la invasión de los reinos sajones, aunque no de su filiación es de los llamados hijos de Ragnar Lothbrock (Bjorn Ironside, Ivar the Boneless, Ubbe, Halfdan y Sigurd Snake in the Eye.

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Jorvik Viking Centre, en York. recuerda el pasado vikingo de la ciudad

La conquista de York sirvió a los daneses como base para hacerse con el dominio del reino de Northumbria, en cuya zona sur designaron a un rey títere, de nombre Ecgberth. Siguieron avanzando hacia el sur y tomaron Nottingham. El rey de Mercia, Burgred, pidió ayuda a Wessex, cuyo monarca Aethelred era su cuñado. En 868 el rey de Wessex, acompañado de su hermano Aelfred (Alfredo), unió fuerzas con los mercios y se dirigieron a Nottingham, pero los daneses se protegieron tras las murallas de la ciudad y, como era habitual en ellos, rehusaron la batalla en campo abierto. Los sajones, más partidarios de estos enfrentamientos directos, no eran expertos en el arte del asedio y no fueron capaces de tomar la fortaleza.

Con la situación estancada y sus tropas ansiosas por volver a sus casas a ocuparse de sus campos y su ganado, Burgred se vio obligado a abonar una fuerte suma a los invasores para lograr la paz y conseguir que los daneses regresasen a York. Este episodio demostró la debilidad del anteriormente dominante reino de Mercia, no solo frente a los vikingos, sino ante el reino sajón de Wessex, al que se vieron obligados a pedir auxilio. Además estableció un patrón de comportamiento que volvería a repetirse, con los vikingos tomando una fortaleza y encerrándose en ella hasta que los sajones, incapaces de tomarla ni de forzar un enfrentamiento, optaban por comprar la retirada del enemigo.

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Martirio de San Edmundo

En el año 870 esta táctica se demostró insuficiente para Anglia Oriental y, muy especialmente para su rey Edmund. Los daneses conquistaron el reino sin gran resistencia y su monarca fue ejecutado. Con el tiempo se forjó la leyenda de que continuó rezando mientras los daneses, dirigidos por Ivar y Ubbe, le clavaban una flecha tras otra, al estilo del martirio sufrido por san Sebastián. No hay pruebas de que este relato sea cierto, pero lo que sí sabemos es que como consecuencia de ello, el rey fue canonizado. San Edmundo es uno de los santos ingleses más populares.

Ese mismo año una enorme concentración de daneses dirigida por Halfdan (uno de los supuestos hijos de Ragnar Lothbrok) y Bacsecg se reunió en un campamento en Reading. Su objetivo era la conquista del reino de Wessex, el único dominio sajón libre de las invasiones escandinavas. Pero allí se encontraron con la resistencia liderada por una figura clave en la historia de Inglaterra.

Cuando los daneses dirigieron sus ojos al reino anglosajón de Wessex reinaba allí el rey Aethelred. Los sajones se dirigieron a Reading, ciudad que los daneses habían fortificado. No se sabe cuál fue el motivo, pero lo cierto es que en esta ocasión los vikingos no eludieron el enfrentamiento e hicieron una salida desde Reading, que resultó exitosa. Los derrotados sajones tuvieron que retirarse con grandes pérdidas. Pero, a diferencia de lo ocurrido en Anglia Oriental, Mercia y Northumbria, tanto el rey como su hermano consiguieron sobrevivir, lo que posiblemente libró a Wessex de sufrir la misma suerte que los otros reinos sajones.

El ejército de Wessex huyó perseguido por los daneses, hasta que ambos contingentes se enfrentaron en Ashdown en 871. Las fuerzas sajonas dirigidas según algunas fuentes por el rey y según otras por su hermano Alfredo, se impusieron a los daneses. Posiblemente una de las causas de esta derrota fue que el ejército escandinavo que llegó a Wessex no eran tan numeroso como los que conquistaron el resto de reinos sajones, porque buena parte del contingente permaneció en estos para consolidar la conquista. Este extremo parece corroborarlo el hecho de que según las crónicas, salvo Halfdan, ninguno de los otros “hijos” de Ragnar estuvo presente en la conquista de Wessex.

Ashdown no fue una victoria decisiva. A partir de ese momento los invasores se fueron imponiendo en diferentes lugares (Basengum, Meretun y Wilton) y Aethelred murió en combate.  Entre los sajones la sucesión no era hereditaria, sino electiva. Y por esto, pese a que Aethelred tenía un hijo (Aethelwold), fue Alfredo quien ciñó la corona en 871 por elección del consejo de nobles sajones, el witanegamot. Su historia se narra en otras entradas del blog, dedicadas a Alfredo el Grande y a su hija Aethelflaed, Señora de los mercios.

A los efectos que nos interesan para esta entrada, creo que lo narrado es más que suficiente para dar respuesta a las preguntas que nos planteábamos: no, no existe constancia histórica de que los sajones jugasen al fútbol con la cabeza de un príncipe danés decapitado, pero sí, sí que existe base histórica que justifique el odio de los sajones a los daneses y que pudiese servir como base a la leyenda transcrita al principio de la entrada sobre un grupo de sajones que cortaran la cabeza a un caudillo danés después de derrotarlo y patearan su cráneo después. Lo que no sería, evidentemente, es el origen del fútbol.

Fuentes| Thomas Williams. Viking Britain. An explanation.

                Peter Ackroyd. The History of England. Volume I. Foundations.

                Annie Whitehead. Mercia. The rise and fall of a Kingdom.

https://www.thevalkyriesvigil.com

Imagen| Wikimedia Commons, archivo del autor.

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